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jueves, 3 de abril de 2008

ÚLTIMAS HORAS (más bien mínutos) DE LA TARDE

Y así nos fuimos, digo, juntos, al filo de la tarde, rozando la orilla del río con nuestros recuerdos...

No recuerdo haber visto cielos tan nublados en mucho tiempo. Nube sobre nube; unas blancas, otras diáfanas. Muchos nimbos, eso sí. Y todo ello en un cielo de por sí cubierto. Entonces, nube sobre nube sobre un cielo nublado.

El sol se apuesta sobre el suburbio y sus rayos nos permiten la ilusión de la luz, un poco, antes de irse el día. Hacia el río uno puede ver el pálido perfil de las elevaciones a través de una leve gasa de agua hecha aire. El río...

Guayaquil. Pienso en la ciudad que a diario vivo, pues durante estos meses han retumbado en mi cabeza estos versos: "Sin prisa/la tormenta se lleva la ciudad/lejos de su cimiente de piedra/de cal viva"(luego anoto el nombre del poeta). Cuando voy caminando por el centro y veo que el colchón de arena de nuestros queridos, amados, y necesarísimos adoquines desaparece a cada aguacero, me pregunto qué será de esta ciudad siglo XXI cuando estos símbolos del poder local sean desplazados por las urgentes necesidades, por el cambio climático y por la apatía.

En fin, que el viento sopla y refresca las almas, y vuelvo a caminar junto al río, por su orilla de recuerdos, sintiendo una holgada sensación de vida que se disipa


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